Presupuestos Generales del Estado y ODS. Luces y sombras del primer alineamiento
Esta semana se ha anunciado el primer borrador de los presupuestos generales del Estado (PGE) y, como se avanzó en el mes de marzo, por primera vez están alineados con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas.
Este hito es muy importante, porque, como avanzabamos en redes sociales, el trabajo del Gobierno servirá a muchos actores, especialmente a otras administraciones públicas, para reflejarse con una doble perspectiva: por un lado las administraciones podrán entender su posición relativa con respecto un marco como el de la administración general del Estado. Por otro lado, el abordaje que realicen desde el Gobierno de España servirá como referencia y punto de partida a la hora de que estas administraciones afronten sus propios procesos de alineamiento y localización, como ocurre con el alineamiento de los PGE.
El Gobierno de España es consciente de que el reto que supone la Agenda 2030 no se alcanza únicamente alineando unos presupuestos. Así lo reconoce el informe en el que explican el proceso de alineamiento y los resultados obtenidos.
Este mismo documento también nos explica qué podemos obtener y qué no podemos obtener de alinear unos presupuestos. Detengámonos en lo segundo.
¿Qué NO podemos obtener de unos presupuestos alineados?
No podemos exigir que este proceso de alineamiento actualice las Metas Territoriales Localizadas del país, tarea que se realiza a través de la medición de sus Indicadores Localizados Territoriales). Este es un trabajo que ya realiza el INE, que, como organismo responsable de las estadísticas del estado, puede permitirse actuar como órgano independiente en materia de ODS.
Tampoco podemos esperar que se mida el impacto directo del paquete de medidas que conforma un presupuesto de este calibre. Un euro invertido en materia de educación, igualdad o lucha contra el cambio climático no puede traducirse en un euro de impacto directo sobre los ODS 4, 5 o 13. Debemos tener en cuenta que medir el efecto multiplicador de una inversión es reponsabilidad de las herramientas de evaluación con las que cuente la medida en cuestión.
Y, como bien indica el documento de referencia, no podemos asumir que si un programa de gasto impacta sobre dos o varios ODS el dinero invertido en dicho programa se sume tantas veces como Objetivos han sido impactados. Este tratamiento del presupuesto distorsionaría su impacto real sobre la agenda de desarrollo sostenible española.
Todas estas ideas se desprenden del mismo documento y conforman un ejercicio de honestidad digno de reconocimiento.
Entonces ¿para qué sirve haber realizado este el alineamiento?
Que una organización, sin importar su calibre, realice una acción por primera vez siempre es positivo, puesto que nos permite crear un antecedente sobre el que trabajar. En este caso, el alineamiento exigía la creación de una metodología que ayudase a afrontar la tarea de alineamiento, contando con que había que evitar la distorsión y el mal ejercicio de comunicación de los supuestos que hemos visto en el apartado anterior.
Dicha distorsión la resuelve el Gobierno de España gracias a lo que han llamado el Índice de Esfuerzo Presupuestario (IEP), un indicador que permite medir qué porcentaje de las partidas presupuestarias está alineado con al menos uno de los ODS. Sin entrar a valorar el total de inversiones realizadas en esa partida, ni si estas aceleran o no la consecución de los objetivos.
Gracias a esta propuesta, y a la aproximación cualitativa que también hace el documento de alineamiento, podemos conocer qué volumen de medidas e inversión se espera que incida en cada uno de los ODS, sin cometer el error de pensar que este esfuerzo sume el compromiso total del Gobierno de España con los ODS (Recordemos que hay cifras que se podrían estar sumando en varios ODS si la partida en cuestión tiene la capacidad de incidir sobre más de un Objetivo. Por ejemplo; Una inversión para innovación en energías renovables que repercuta directamente en el ODS 7, el 9 o incluso el 11 y el 14).
ODS | Nº políticas | Inversión (en millones €) |
1 | 11 | 186.614 |
2 | 2 | 1.611 |
3 | 9 | 18.051 |
4 | 7 | 11.923 |
5 | 12 | 57.036 |
6 | 3 | 1.367 |
7 | 5 | 13.272 |
8 | 17 | 61.082 |
9 | 10 | 45.471 |
10 | 11 | 15.962 |
11 | 9 | 11.911 |
12 | 4 | 3.898 |
13 | 5 | 7.030 |
14 | 3 | 1.838 |
15 | 4 | 6.135 |
16 | 8 | 22.891 |
17 | 5 | 33.286 |
El Gobierno también nos avisa de que no todas las partidas de los PGE tienen por qué estar alineadas con los ODS. Puede haber partidas que simplemente existen por una mera necesidad instrumental u otras cuyo impacto sea tan poco significativo en los Objetivos de Desarrollo Sostenible que no son relevantes para este análisis.
Ni están todas las partidas de los PGE ni podemos garantizar que las partidas que sí están alineadas se muestren una sola vez en la tabla
A la solución metodológica que supone la creación del IEP se suma que por primera vez conocemos qué volumen de inversiones de los presupuestos podría estar impactando en un ODS, independientemente del efecto que pueda tener dicho volumen en otros objetivos distintos.
Ahora conocemos que el Gobierno de España dedica, usando la tabla de arriba, más de 180.000 millones de euros a políticas que persiguen acabar con la pobreza (ODS 1), cualquier cambio en esta cifra exigirá un ejercicio de transparencia y comunicación para dicha institución.
Este hecho crea una “línea de base” sobre la que podremos conocer la evolución del compromiso con los ODS de la administración general del Estado en presupuestos venideros.
¿Es el mejor abordaje? Queda mucho por hacer
En OpenODS hemos redactado esta publicación movidos por el compromiso que tenemos como actor por la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, nuestra razón de ser.
Sin embargo, precisamente por nuestro rol de actores convencidos, no creemos que debamos entrar a valorar aquí si el alineamiento realizado por el Gobierno de España es la forma más acertada de aproximarse a unos presupuestos -una vez superada la idea de que la presentación de unos presupuestos no puede reflejar el impacto real que se espera de la ejecución de los mismos-.
Pensamos que lo más importante que podemos obtener de esta acción pionera son precisamente su aparición en escena y la propuesta novedosa de abordaje. Gracias al trabajo realizado por el Gobierno podremos acompañar a muchos otros actores, administraciones y entidades privadas en la aceleración de su compromiso con los ODS. Sabiendo qué se ha hecho y luchando por hacerlo siempre mejor que los antecedentes con los que trabajamos, por ejemplo llevando el análisis de los presupuestos un paso más allá y alineando los mismos con las Metas Localizadas de referencia que utilice cada organización, una aproximación que hemos echado de menos en este primer informe de alineamiento.
Tres caminos a recorrer en los PGE 2022
De objetivos a metas: Los 17 ODS son, en cierta forma, una forma de agrupar las 169 metas concretas de la Agenda 2030. El alinear el presupuesto exclusivamente con los ODS, sin hacerlo con la metas puede ser un primer paso, pero sería importante dar el siguiente para aumentar exponencialmente su utilidad.
De políticas a programas: para realizar el alineamiento se han analizado 283 programas de gasto, encuadrados en las 25 grandes políticas de gasto de los PGE 2021., sin embargo, el alineamiento cuantitativo del presupuesto se realiza exclusivamente a nivel de esas 25 políticas. Sería deseable “hacer zoom” el próximo año a nivel de programas, ya que en un presupuesto del tamaño de los PGE, y con una metodloǵia que usa el 5% de la dotación presupuestaria cómo frontera a partir del cual se considera que, en términos cuantitativos, la política se encuentra alineada con el ODS, nos encontramos que podrían existir programas de millones de euros (técnicamente, hasta de miles de millones de euros) cuyo impacto cuantitativo con los ODS no se está midiendo.
De PDF a Open Data: una administración transparente, responsable y comprometida con el desarrollo sostenible no puede permitirse apostar en 2020 por formatos que no sean reutilizables, cuando además ya se viene trabajando en esta lógica en el tratamiento habitual de datos relativos a los presupuestos.. Este camino debería ser recorrido por todos los los documentos de la “serie azul” de los PGE (constituida por el informe de Alineamiento con los ODS, el Informe de impacto de género y el Informe del impacto en la infancia, en la adolescencia y la familia). Dar este paso sería de gran utilidad para:
- Mejorar la transparencia y la usabilidad del informe: es una pena que tras realizar el esfuerzo de escribir cientos de páginas sobre el alineamiento de este presupuesto, haya datos fundamentales – cómo el porcentaje en que cada política impacta sobre un objetivo – que sólo podemos podemos adivinar de forma aproximada en una gráfica dibujada sobre un PDF.
- Facilitar la reutilización: disponer de los datos en formatos reutilizables sería de gran ayuda a los diferentes actores que trabajan para la consecución de los ODS (administraciones, universidades, investigadores, sociedad civil…) para multitud de tareas, cómo por ejemplo aplicar a los mismos datos diferentes metodologías para testarlas.
- Integrar los datos de los PGE en herramientas integrales multiactor: Como por ejemplo, las soluciones tecnológicas de OpenODS
5 años de Agenda 2030, ¿dónde estamos? Y, ¿hacia dónde vamos?
Hoy se cumplen 5 años desde la aprobación en la Asamblea General de Naciones Unidas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y la Agenda 2030, el nuevo contrato social global que, por primera vez, implica a todos los actores que tienen algo que decir respecto al modelo de desarrollo sostenible que se aspira a conseguir.
Los ODS se han convertido en el horizonte hacia el que caminan ahora todos los países por igual, desarrollados o en vías de desarrollo. Además, como novedad estratégica, se hace copartícipe de su cumplimiento a los gobiernos locales, a las empresas, a las organizaciones de la sociedad civil y a la academia. Algo inédito hasta entonces.
Asimismo, esta agenda internacional, aun siendo un compromiso voluntario, ha generado una fuerza centrípeta nunca vista en el marco del multilateralismo, por su importancia capital para nuestro presente y futuro. Fruto de ello, se aprecia cómo los procesos y estructuras formales e informales que conforman las sociedades modernas están siendo guiados hacia el horizonte de sostenibilidad que marcan los ODS.
Pero, una vez andado un tercio del recorrido previsto para la Agenda 2030, toca hacer balance de su aplicación y de lo que le ha deparado al mundo, y una estimación fundada sobre sus próximos pasos.
¿Dónde estamos?
Uno de los grandes avances de los ODS ha sido la determinación e innovación en el despliegue de un ambicioso sistema de medición internacional, válido para todos los Estados, y articulado a través de un marco con 169 metas y 244 indicadores.
Esto nos permite conocer con bastante precisión el estado de cada uno de los Objetivos y sus correspondientes metas en cada país. Ello supone un avance sin precedentes respecto a tiempos pasados. Ahora podemos saber cuál es la situación de la pobreza extrema, la igualdad de género, la biodiversidad o los recursos hídricos, entre otros, en cada Estado.
Si bien la transparencia y la accesibilidad a datos de calidad intercomparables ha sido la gran victoria de los ODS en estos 5 años, los datos son también el eje sobre el que pivotarán los éxitos o fracasos que estén por llegar.
¿Hacia dónde vamos?
Esta es, seguramente, la mejor pregunta posible en este momento, porque de su propia raíz emanan tanto los problemas que enfrenta actualmente la Agenda 2030, como sus posibles soluciones.
Nadie, ni las agencias de Naciones Unidas, ni la academia, ni los propios gobiernos pueden responder con honestidad a esta pregunta por un sencillo motivo: no hay datos disponibles. Ahora solo estamos viendo una foto fija de los ODS, pero no las causas que nos permitan interpretar estas consecuencias y aplicar las mejores políticas.
Esta afirmación no busca ser desalentadora, al contrario, busca arrojar algo de luz a la encrucijada en la que se encuentra la Agenda 2030, para que el compromiso y los enormes esfuerzos que están realizando todos los actores dé los mejores resultados posibles. Para ello debemos poner el foco en dos pilares:
1. Localización
Las asimetrías de todas las sociedades contemporáneas hace insuficiente la medición de los ODS a nivel estatal. Sin una medición que llegue hasta los niveles subestatales las tendencias agregadas serán parciales y poco concluyentes. ¿Acaso avanzan los ODS en todas las regiones o ciudades por igual dentro de un mismo país? Sin localizar los problemas, se estará tratando de matar moscas a cañonazos. Y esto, además de ser poco deseable, en un contexto de recesión, como el provocado por la COVID-19, es inviable.
2. Cuádruple hélice
Aunque se haya puesto el foco en las alianzas, que incluso cuentan con su propio Objetivo dentro de la Agenda 2030 (ODS 17) y, por primera vez, se esté interpelando a todas las entidades del sector público y del sector privado, seguimos sin saber qué están haciendo estos actores con datos desagregados y accesibles. Esto imposibilita un diseño eficiente de las políticas públicas basado en evidencias y en buenas prácticas respaldadas por datos. Además, conocer quién hace qué, y qué resultados le depara resulta clave para activar la inteligencia colectiva necesaria para acelerar la Agenda.
Por decirlo de una forma sencilla, actualmente vamos con los ojos vendados y, si no lo remediamos antes, corremos el riesgo de que, cuando nos quitemos la venda allá por 2030, no nos guste demasiado lo que veamos. Los ODS son unos objetivos irrenunciables, porque nos va la vida en ello. No vale solo con intentarlo, tenemos que conseguirlo.
OpenODS Index, calificación y transparencia para acelerar los ODS
Con la llegada del año 2020 dió comienzo la Década de Acción, el marco impulsado por Naciones Unidas para acelerar el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Y en esta ambiciosa tarea, el primer paso es conocer fielmente en qué punto estamos. ¿Cuál es el grado de implantación de la Agenda 2030 en cada país?
Esta pregunta obtiene una respuesta rápida acudiendo al Sustainable Development Report 2019, elaborado por la Sustainable Development Solutions Network (SDSN). Pero si bien este reporte facilita una valiosa información para conocer la situación del desarrollo sostenible en cada Estado, no permite poner el foco en los actores indispensables para la transición hacia la sostenibilidad.
¿Qué implicación están teniendo en el cumplimiento de los ODS las entidades locales, empresas, universidades y organizaciones del tercer sector? Sin esta información, cualquier análisis nacería huérfano. Y solo con el compromiso y el esfuerzo de estos actores los ODS pueden acercarse al horizonte de lo posible.
En este contexto nace OpenODS Index, la primera plataforma de calificación y transparencia en el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Una solución accesible y escalable para que las entidades públicas y privadas puedan registrar públicamente sus progresos y esfuerzos para contribuir a la Agenda 2030.
Este innovador registro público interactivo, con información geolocalizada y verificada por agentes independientes, pone a disposición de toda la ciudadanía la información y los recursos disponibles para acelerar los ODS.
A través de las búsquedas avanzadas de la plataforma, se puede obtener una visión transversal de la implicación de un conjunto de entidades con los ODS, encontrar a las personas que lideran la Agenda 2030 y acceder a las metas localizadas o las acciones de una organización.
Prueba todo lo que puede ofrecerte OpenODS Index y déjanos tus comentarios.
ODS, de la ventaja competitiva a la responsabilidad social
Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) implican no solo a las Administraciones Públicas, sino también a la sociedad civil, las instituciones educativas y, sobre todo, a las empresas como actores imprescindibles para la consecución de la Agenda 2030.
Tal y como indicaba la Agenda de Acción de Addis Abeba, no podemos pasar por alto el potencial transformador, creativo e innovador de un sector privado en el cada vez es más fácil encontrar actores cuya influencia rivaliza con la de las administraciones. No es extraño ver compañías con volúmenes de facturación superiores al PIB de la mayoría de países, o reconocer grandes conglomerados transnacionales con presencia en prácticamente todo el globo. Microsoft, Apple, Amazon, Alphabet (Google) y Facebook suman 3,5 miles de millones de euros de capitalización bursátil, una cifra similar al PIB de Alemania, la 4ª potencia mundial.
Pero las grandes corporaciones no son las únicas compañías que deben sentirse interpeladas por la Agenda 2030. Todas las empresas, sin importar su tamaño, pertenecen a una comunidad en la que desarrollan su actividad y en la que generan un impacto (positivo o negativo), sin importar si esta comunidad se limita a una escala local, regional o global.
Sin embargo, lo realmente importante no es la escala a la que intervienen los agentes económicos, sino las urgentes razones que hacen que estos lleguen a comprometerse con la Agenda 2030 hasta asumir sus objetivos como propios.
La primera de estas razones es el ejercicio de transparencia que supone alinear las organizaciones con los ODS y dar a conocer el grado de compromiso y el esfuerzo realizado para alcanzar cada uno de los 17 objetivos. Un ejercicio de transparencia fruto de la presión externa, cada vez más habitual en nuestra sociedad, para conocer las buenas prácticas de nuestras empresas, además de una decisión que puede atraer el interés de potenciales inversores hacia nuestras compañías, un hecho que entronca con la segunda de las razones; el atractivo inversor.
Como ocurre en los mercados bursátiles, la accesibilidad a la información sobre la gestión y dirección de cualquier empresa es crucial en la actualidad, puesto que un buen ejercicio de transparencia influye determinantemente en las decisiones de compra y en los potenciales inversores. Pero no es esa la única razón por la que el alineamiento con los ODS puede condicionar la actividad inversora, algo que demuestra la existencia de estándares como GRI o el uso de ratings financieros de sostenibilidad como ESG (Environmental, Social and Governance). El mercado cada vez exige más información y más compromiso en materia de sostenibilidad a las empresas.
No en vano, la tercera razón que hace imprescindible el compromiso con los ODS es el hecho de que alcanzando estos objetivos garantizamos el futuro de nuestro entorno y, sobre todo, la seguridad de que el mercado en el que operamos siga existiendo. La Agenda 2030 no sólo pretende garantizarnos un futuro sostenible en un sentido amplio, sino que su consecución permite reducir riesgos derivados de la situación de emergencia en la que se encuentra nuestro planeta, garantizando inversiones y calmando a inversores.
A pesar de que las razones esgrimidas tienen el potencial por sí mismas de incidir en las acciones de cualquier empresa, no podemos obviar la motivación fundamental detrás de las mismas; la propia responsabilidad social de las empresas. Las organizaciones empresariales no son agentes transformadores únicamente. Esta característica la adquieren porque también son agentes sociales, compuestos por personas, con intereses e ideales, y en constante contacto con otras personas que, si bien no tienen la capacidad de decidir sobre la estrategia de una compañía, sí que influyen directamente en sus acciones; los grupos de interés; propietarios; proveedores; trabajadores; vecinos; miembros de la comunidad…
En definitiva, ya sea porque estamos ante mecanismos que generan fortalezas competitivas o porque tenemos una exigencia y un compromiso social, las organizaciones y sociedades empresariales tenemos razones de sobra para no dejar pasar el tren de la Agenda 2030 y trabajar en la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Y después de la COP25, ¿qué?
Empecemos por lo importante. El objetivo de esta COP25 era, en resumidas cuentas, alcanzar acuerdos multilaterales que permitieran que el aumento de la temperatura de nuestro planeta se mantenga por debajo de 1,5 grados centígrados. Algo a lo que desgraciadamente no se ha llegado. Pero, en este asunto, toma más relevancia aún el aviso que hizo Naciones Unidas en su último informe anual, que sitúa la subida de la temperatura media prevista para este siglo en 3,2 grados de seguir como vamos.
¿Cómo de grave es esto? Si tenemos en cuenta que, a partir de un aumento de 2 grados, en todos los modelos que maneja la comunidad científica se prevén extinciones masivas y un aumento de los fenómenos climáticos extremos sin precedentes. Todo ello con las innumerables pérdidas económicas, humanas y las migraciones forzosas que implicaría la crisis climática. Pues, quizás, deberíamos empezar, como poco, a preocuparnos. Seguramente ahora entiendas que el lema de esta COP25: ¡Es tiempo de actuar! No era algo baladí.
Pero que no se hayan alcanzado todos los acuerdos previstos para esta Cumbre del Clima, como el sistema de regulación transparente de los mercados de carbono, ¿quiere decir que ha sido un fracaso? Como en casi todo, la respuesta está en dónde tengamos puestas las expectativas.
Si nos remontamos a tan solo hace dos meses, cuando Chile renunció a organizarla, no había COP25 a la vista y, por consiguiente, ningún acuerdo posible. Y, gracias a la intervención del Gobierno de España, se evitó el fracaso total, de la que hubiera sido la primera Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático no celebrada desde 1995.
La COP25 de Madrid será recordada por ser la más participada por la sociedad civil hasta la fecha, con la ya icónica imagen de Greta Thunberg entrando en IFEMA. Además, se puso en marcha por primera vez una Zona turquesa, para reunir en un mismo espacio a los líderes políticos y a los activistas ambientales. Pero, ¿se sacó algo en claro de esta cumbre?
La respuesta alberga mejores noticias de las que se temían ya en el tiempo de descuento. En esta #COP25 se llegó a un acuerdo por el que 84 países se comprometieron a presentar planes más ambiciosos de recortes de emisiones de GEI en 2020, se destinará parte del Fondo Verde a los daños materiales causados por los fenómenos climáticos, se reconoció la relevancia de las evidencias emanadas del Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC), se acordó incluir los océanos y los usos del suelo en la próxima cumbre, y se consensuó un nuevo Plan de Acción de Género.
Este escenario nos sitúa en una mejor posición que hace tan solo dos meses, pero dista mucho de la ambición que requiere la emergencia climática, como reconoció el propio Antonio Guterres, que se mostró decepcionado con los resultados. Ahora, todos los focos están puestos en Glasgow, que albergará la COP26, donde se espera culminar todos los acuerdos pendientes y conseguir la financiación comprometida.
Pero, ¿qué pueden hacer los actores públicos y privados en este contexto? Las evidencias científicas y la opinión pública han dejado claro que no hay tiempo que perder, y que, en nuestro futuro inmediato, solo las entidades plenamente alineadas con el desarrollo sostenible que promulga la Agenda 2030 tendrán cabida en la sociedad que viene.
El cronómetro está andado, y la mejor forma de llegar a la futura COP26 es con los deberes hechos, porque el planeta ya no acepta más prórrogas. En este sentido, se hace más útil que nunca la innovación y la inteligencia colectiva que ofrece el sistema OpenODS. Una plataforma para medir, comparar y compartir el progreso de las entidades y los territorios respecto a los ODS. Con una metodología escalable y validada tanto para el sector privado como para el sector público.
Como decía el lema de la COP25, es tiempo de actuar, y, para convertir ese compromiso en resultados, nada mejor que aprovechar una herramienta como OpenODS, para monitorizar y reportar en tiempo real los impactos de tu actividad.
Si quieres saber más acerca de la Agenda 2030, te gustaría conocer otras experiencias de localización o quieres valorar si tu organización está siguiendo los pasos adecuados en la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, contacta con nosotros.
CIFAL Málaga y OpenODS impulsan un sistema para la localización de la Agenda 2030
Esta alianza tiene por objetivo poner a disposición de Administraciones Públicas, empresas, universidades y organizaciones de la sociedad civil un sistema común para acelerar el cumplimiento de los ODS a través de la analítica de datos, la inteligencia colectiva y la capacitación.
Coincidiendo con la Cumbre del Clima de Madrid, el Centro Internacional de Formación de Autoridades y Líderes (CIFAL) Málaga y la empresa tecnológica andaluza OpenODS han anunciado el acuerdo alcanzado entre las dos organizaciones para impulsar un sistema pionero para la localización de la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
Esta alianza entre CIFAL Málaga, uno de los centros del Instituto de las Naciones Unidas para la Formación Profesional y la Investigación (UNITAR), y OpenODS tiene por objetivo poner a disposición de Administraciones Públicas, empresas, universidades y organizaciones de la sociedad civil un sistema común para acelerar el cumplimiento de los ODS a través de la analítica de datos, la inteligencia colectiva y la capacitación.
En este sentido, la metodología desarrollada por esta joven empresa tecnológica sevillana, formulada a partir del marco acordado por Naciones Unidas, permite, por primera vez, que las entidades públicas y privadas, de cualquier tamaño, y de cualquier parte del mundo, puedan medir, comparar y compartir sus progresos en torno a los ODS en un mismo lenguaje y modelo de datos.
Al respecto, Julio Andrade, director de CIFAL Málaga, ha destacado la importancia de este acuerdo, que permitirá avanzar en la alineación de todos los actores económicos y sociales en la consecución de los ODS y, por tanto, en el cumplimiento de la Agenda 2030 de Naciones Unidas.
Ambas organizaciones han elegido el marco de la COP25 para hacer público su acuerdo, porque, según sus declaraciones, “la ambición en la respuesta a la emergencia climática debe estar a la altura del reto al que nos enfrentamos como sociedad. Y, para ello, nada mejor que impulsar alianzas estratégicas, como esta, basadas en la innovación.”
Por último, las dos entidades han coincidido en señalar la importancia de la localización de los ODS para cumplir la Agenda 2030, porque “concretar y adaptar las metas generales según el contexto, necesidades y prioridades de cada territorio y organización es el camino más rápido hacia el desarrollo sostenible.”
Fuente: https://www.vidaeconomica.com/2019/12/cifal-malaga-openods/
Hagamos nuestra parte. Localiza los ODS
Si hay una visión compartida por Naciones Unidas y los diferentes gobiernos comprometidos con la Agenda 2030 es la importancia estratégica de emprender su localización, para asegurar el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible en los plazos acordados.
Pero, antes de continuar, ¿qué es la localización de la Agenda 2030? Los ODS suponen un nuevo contrato global, y, por ello, su formulación es lo suficientemente abierta como para que puedan verse identificados todos los países. Aunque el contexto y las prioridades de cada territorio son muy diferentes. Y la realidad, y aquello en lo que pueden contribuir las diferentes organizaciones públicas y privadas, también.
En este sentido, la localización de la Agenda 2030 es un ejercicio de adaptación y concreción de los ODS en cada territorio, para alinearlos con sus necesidades y prioridades específicas. Además, localizar la Agenda también implica la interiorización de la misma en el día a día de todas las organizaciones.
Y aquí es donde entra en juego la metodología desarrollada por OpenODS para facilitar la localización de los Objetivos de Desarrollo Sostenible en todo tipo de organizaciones: públicas y privadas, de cualquier tamaño y en cualquier parte del mundo.
Esta metodología pionera permite localizar metas e indicadores asociados a las metas globales (MG) de Naciones Unidas en torno a dos dimensiones. En primer lugar, la dimensión territorial, en la que pueden localizarse aquellas metas que atiendan a los problemas propios de un territorio dado. Esta localización debe ser liderada por los gobiernos locales y regionales. Y, para garantizar que estas metas localizadas territoriales (MLT) suponen un horizonte compartido por toda la sociedad, se recomienda que el proceso de localización esté abierto a otros actores locales y regionales relevantes.

Los indicadores localizados territoriales (ILT) varían en función del territorio y de los sistemas de información de que disponen las administraciones locales y regionales. Y, además de poder crear los indicadores que mejor se ajusten a sus necesidades de medición, las entidades subestatales podrán seleccionar en la plataforma OpenODS aquellos otros indicadores definidos por los Estados que cuenten con cuadros de indicadores locales de referencia.
En cuanto a la dimensión organizacional, este sistema para acelerar la Agenda 2030 ofrece la posibilidad de crear y seleccionar metas localizadas organizacionales (MLO) e indicadores localizados organizaciones (ILO). Esta dimensión es aplicable a todo tipo de organizaciones, y, a través de OpenODS, se pueden localizar todas aquellas metas cuyo cumplimiento dependa exclusivamente de la propia entidad.
A fin de cuentas, las metas organizacionales explicitan el compromiso de cada entidad con los ODS y le lanzan un mensaje firme a la ciudadanía sobre el horizonte que quieren alcanzar sus organizaciones.

La localización es el camino más corto hacia el éxito en la consecución de los retos que afrontan nuestras sociedades. Y ahora que sabes esto, ¿qué puede hacer tu entidad para contribuir a alcanzar los ODS?
Si quieres saber más acerca de la Agenda 2030, te gustaría conocer otras experiencias de localización o quieres valorar si tu organización está siguiendo los pasos adecuados en la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, contacta con nosotros.
ODS, Agenda 2030 y filosofía ‘open’
Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) comprometen al conjunto de la sociedad, en cualquier esfera o nivel. Desde entidades supranacionales hasta ciudades, barrios o personas. El esfuerzo común es clave. No existen gestos grandes ni pequeños cuando se trata de avanzar con paso firme hacia un mundo más justo y, sobre todo, de futuro. Los efectos del cambio climático están presentes en muchos de los retos a cumplir.
Partiendo de esta idea, ¿tiene sentido trabajar de manera aislada? El aprendizaje y los logros que quedan en el camino de los ODS son un recurso valioso en sí mismos. Son capaces de contribuir a que avancemos más rápido. Dan ejemplo, generan nuevas ideas y permiten una mirada más cercana a la realidad de nuestro entorno. Por ello, la filosofía open es casi obligada cuando se aborda la Agenda 2030.
Dentro de una Administración Pública, supone una apuesta por la transparencia y por la rendición de cuentas. La ciudadanía quiere saber qué se hace con el dinero de sus impuestos y tiene derecho a ello. Ahora y también con una perspectiva a lo largo del tiempo. Más allá, esta información ofrece un cuadro de mandos muy útil para los gestores y para cualquier proyecto, público o no, que necesite conocer cómo evoluciona su entorno.
En el ámbito privado no es una actitud obligada pero sí un gesto de responsabilidad. Abre una ventana, desde la cual se puede examinar si existe coherencia entre lo que se dice y lo que, en realidad, se hace. Además, permite que otros actores conozcan las acciones que se ejecutan y el impacto que tienen. Esto da idea de lo que funciona o del alcance que se puede lograr, para adaptarlo a cada circunstancia particular. Un modo de contribuir a la localización de las iniciativas.
La cooperación es la materia prima que nutre el movimiento open. Sea con alianzas o facilitando información. Esto conecta con los tres pilares de OpenODS: medir, comparar y compartir. Mostrar los resultados es una parte tan importante como la gestión integral de los procesos. Por ello, nuestra herramienta concede a la reutilización de los datos un papel fundamental a través de su API Pública.
La Agenda 2030 requiere unificar esfuerzos, pero sobre todo una actitud generosa por parte de toda la sociedad. El compromiso alcanzado no tiene precedentes. La urgencia de sus retos precisa apretar el paso. Tenemos la oportunidad de sacar provecho a toda la información generada, para mejorar nuestras acciones en la próxima década. Algo que pasa, inexorablemente, por mantener una actitud abierta.