ODS, de la ventaja competitiva a la responsabilidad social
Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) implican no solo a las Administraciones Públicas, sino también a la sociedad civil, las instituciones educativas y, sobre todo, a las empresas como actores imprescindibles para la consecución de la Agenda 2030.
Tal y como indicaba la Agenda de Acción de Addis Abeba, no podemos pasar por alto el potencial transformador, creativo e innovador de un sector privado en el cada vez es más fácil encontrar actores cuya influencia rivaliza con la de las administraciones. No es extraño ver compañías con volúmenes de facturación superiores al PIB de la mayoría de países, o reconocer grandes conglomerados transnacionales con presencia en prácticamente todo el globo. Microsoft, Apple, Amazon, Alphabet (Google) y Facebook suman 3,5 miles de millones de euros de capitalización bursátil, una cifra similar al PIB de Alemania, la 4ª potencia mundial.
Pero las grandes corporaciones no son las únicas compañías que deben sentirse interpeladas por la Agenda 2030. Todas las empresas, sin importar su tamaño, pertenecen a una comunidad en la que desarrollan su actividad y en la que generan un impacto (positivo o negativo), sin importar si esta comunidad se limita a una escala local, regional o global.
Sin embargo, lo realmente importante no es la escala a la que intervienen los agentes económicos, sino las urgentes razones que hacen que estos lleguen a comprometerse con la Agenda 2030 hasta asumir sus objetivos como propios.
La primera de estas razones es el ejercicio de transparencia que supone alinear las organizaciones con los ODS y dar a conocer el grado de compromiso y el esfuerzo realizado para alcanzar cada uno de los 17 objetivos. Un ejercicio de transparencia fruto de la presión externa, cada vez más habitual en nuestra sociedad, para conocer las buenas prácticas de nuestras empresas, además de una decisión que puede atraer el interés de potenciales inversores hacia nuestras compañías, un hecho que entronca con la segunda de las razones; el atractivo inversor.
Como ocurre en los mercados bursátiles, la accesibilidad a la información sobre la gestión y dirección de cualquier empresa es crucial en la actualidad, puesto que un buen ejercicio de transparencia influye determinantemente en las decisiones de compra y en los potenciales inversores. Pero no es esa la única razón por la que el alineamiento con los ODS puede condicionar la actividad inversora, algo que demuestra la existencia de estándares como GRI o el uso de ratings financieros de sostenibilidad como ESG (Environmental, Social and Governance). El mercado cada vez exige más información y más compromiso en materia de sostenibilidad a las empresas.
No en vano, la tercera razón que hace imprescindible el compromiso con los ODS es el hecho de que alcanzando estos objetivos garantizamos el futuro de nuestro entorno y, sobre todo, la seguridad de que el mercado en el que operamos siga existiendo. La Agenda 2030 no sólo pretende garantizarnos un futuro sostenible en un sentido amplio, sino que su consecución permite reducir riesgos derivados de la situación de emergencia en la que se encuentra nuestro planeta, garantizando inversiones y calmando a inversores.
A pesar de que las razones esgrimidas tienen el potencial por sí mismas de incidir en las acciones de cualquier empresa, no podemos obviar la motivación fundamental detrás de las mismas; la propia responsabilidad social de las empresas. Las organizaciones empresariales no son agentes transformadores únicamente. Esta característica la adquieren porque también son agentes sociales, compuestos por personas, con intereses e ideales, y en constante contacto con otras personas que, si bien no tienen la capacidad de decidir sobre la estrategia de una compañía, sí que influyen directamente en sus acciones; los grupos de interés; propietarios; proveedores; trabajadores; vecinos; miembros de la comunidad…
En definitiva, ya sea porque estamos ante mecanismos que generan fortalezas competitivas o porque tenemos una exigencia y un compromiso social, las organizaciones y sociedades empresariales tenemos razones de sobra para no dejar pasar el tren de la Agenda 2030 y trabajar en la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
ODS, Agenda 2030 y filosofía ‘open’
Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) comprometen al conjunto de la sociedad, en cualquier esfera o nivel. Desde entidades supranacionales hasta ciudades, barrios o personas. El esfuerzo común es clave. No existen gestos grandes ni pequeños cuando se trata de avanzar con paso firme hacia un mundo más justo y, sobre todo, de futuro. Los efectos del cambio climático están presentes en muchos de los retos a cumplir.
Partiendo de esta idea, ¿tiene sentido trabajar de manera aislada? El aprendizaje y los logros que quedan en el camino de los ODS son un recurso valioso en sí mismos. Son capaces de contribuir a que avancemos más rápido. Dan ejemplo, generan nuevas ideas y permiten una mirada más cercana a la realidad de nuestro entorno. Por ello, la filosofía open es casi obligada cuando se aborda la Agenda 2030.
Dentro de una Administración Pública, supone una apuesta por la transparencia y por la rendición de cuentas. La ciudadanía quiere saber qué se hace con el dinero de sus impuestos y tiene derecho a ello. Ahora y también con una perspectiva a lo largo del tiempo. Más allá, esta información ofrece un cuadro de mandos muy útil para los gestores y para cualquier proyecto, público o no, que necesite conocer cómo evoluciona su entorno.
En el ámbito privado no es una actitud obligada pero sí un gesto de responsabilidad. Abre una ventana, desde la cual se puede examinar si existe coherencia entre lo que se dice y lo que, en realidad, se hace. Además, permite que otros actores conozcan las acciones que se ejecutan y el impacto que tienen. Esto da idea de lo que funciona o del alcance que se puede lograr, para adaptarlo a cada circunstancia particular. Un modo de contribuir a la localización de las iniciativas.
La cooperación es la materia prima que nutre el movimiento open. Sea con alianzas o facilitando información. Esto conecta con los tres pilares de OpenODS: medir, comparar y compartir. Mostrar los resultados es una parte tan importante como la gestión integral de los procesos. Por ello, nuestra herramienta concede a la reutilización de los datos un papel fundamental a través de su API Pública.
La Agenda 2030 requiere unificar esfuerzos, pero sobre todo una actitud generosa por parte de toda la sociedad. El compromiso alcanzado no tiene precedentes. La urgencia de sus retos precisa apretar el paso. Tenemos la oportunidad de sacar provecho a toda la información generada, para mejorar nuestras acciones en la próxima década. Algo que pasa, inexorablemente, por mantener una actitud abierta.