Y después de la COP25, ¿qué?
Empecemos por lo importante. El objetivo de esta COP25 era, en resumidas cuentas, alcanzar acuerdos multilaterales que permitieran que el aumento de la temperatura de nuestro planeta se mantenga por debajo de 1,5 grados centígrados. Algo a lo que desgraciadamente no se ha llegado. Pero, en este asunto, toma más relevancia aún el aviso que hizo Naciones Unidas en su último informe anual, que sitúa la subida de la temperatura media prevista para este siglo en 3,2 grados de seguir como vamos.
¿Cómo de grave es esto? Si tenemos en cuenta que, a partir de un aumento de 2 grados, en todos los modelos que maneja la comunidad científica se prevén extinciones masivas y un aumento de los fenómenos climáticos extremos sin precedentes. Todo ello con las innumerables pérdidas económicas, humanas y las migraciones forzosas que implicaría la crisis climática. Pues, quizás, deberíamos empezar, como poco, a preocuparnos. Seguramente ahora entiendas que el lema de esta COP25: ¡Es tiempo de actuar! No era algo baladí.
Pero que no se hayan alcanzado todos los acuerdos previstos para esta Cumbre del Clima, como el sistema de regulación transparente de los mercados de carbono, ¿quiere decir que ha sido un fracaso? Como en casi todo, la respuesta está en dónde tengamos puestas las expectativas.
Si nos remontamos a tan solo hace dos meses, cuando Chile renunció a organizarla, no había COP25 a la vista y, por consiguiente, ningún acuerdo posible. Y, gracias a la intervención del Gobierno de España, se evitó el fracaso total, de la que hubiera sido la primera Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático no celebrada desde 1995.
La COP25 de Madrid será recordada por ser la más participada por la sociedad civil hasta la fecha, con la ya icónica imagen de Greta Thunberg entrando en IFEMA. Además, se puso en marcha por primera vez una Zona turquesa, para reunir en un mismo espacio a los líderes políticos y a los activistas ambientales. Pero, ¿se sacó algo en claro de esta cumbre?
La respuesta alberga mejores noticias de las que se temían ya en el tiempo de descuento. En esta #COP25 se llegó a un acuerdo por el que 84 países se comprometieron a presentar planes más ambiciosos de recortes de emisiones de GEI en 2020, se destinará parte del Fondo Verde a los daños materiales causados por los fenómenos climáticos, se reconoció la relevancia de las evidencias emanadas del Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC), se acordó incluir los océanos y los usos del suelo en la próxima cumbre, y se consensuó un nuevo Plan de Acción de Género.
Este escenario nos sitúa en una mejor posición que hace tan solo dos meses, pero dista mucho de la ambición que requiere la emergencia climática, como reconoció el propio Antonio Guterres, que se mostró decepcionado con los resultados. Ahora, todos los focos están puestos en Glasgow, que albergará la COP26, donde se espera culminar todos los acuerdos pendientes y conseguir la financiación comprometida.
Pero, ¿qué pueden hacer los actores públicos y privados en este contexto? Las evidencias científicas y la opinión pública han dejado claro que no hay tiempo que perder, y que, en nuestro futuro inmediato, solo las entidades plenamente alineadas con el desarrollo sostenible que promulga la Agenda 2030 tendrán cabida en la sociedad que viene.
El cronómetro está andado, y la mejor forma de llegar a la futura COP26 es con los deberes hechos, porque el planeta ya no acepta más prórrogas. En este sentido, se hace más útil que nunca la innovación y la inteligencia colectiva que ofrece el sistema OpenODS. Una plataforma para medir, comparar y compartir el progreso de las entidades y los territorios respecto a los ODS. Con una metodología escalable y validada tanto para el sector privado como para el sector público.
Como decía el lema de la COP25, es tiempo de actuar, y, para convertir ese compromiso en resultados, nada mejor que aprovechar una herramienta como OpenODS, para monitorizar y reportar en tiempo real los impactos de tu actividad.
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